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COHABITANTES

El reencuentro con la soledad puede interpretarse comúnmente como un retroceso en la madurez emocional del individuo. El proceso de desprendimiento, independientemente de las razones que lo detonen, evoca pena, amargura e incertidumbre, episodios que suelen ser mantenidos bajo el resguardo de nuestras paredes y evadidos apenas son entrevistos por alguien más. 

 

Estar fuera de vista nos permite desarrollar mecanismos y adoptar recursos que aminoran la ausencia física del otro, por más peculiares que puedan ser. 

Ante el infortunio y la desesperación, no está mal recurrir a un compañero pasajero; a una figuración familiar que nos lleve de la mano hacia una asimilación plena de la ausencia. 

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